miércoles, abril 22, 2009
INTRODUCCIÓN
Parece que cuando utilizamos la expresión "calidad de vida" todos sabemos, más o menos intuitivamente, lo que queremos decir. Las dificultades, sin embargo, se ponen de manifiesto no sólo cuando pretendemos definirla sintéticamente, sino, sobre todo, cuando queremos dar cuenta de los aspectos, elementos y contenidos que dicha expresión recubre. Lo que, efectivamente, no impide que se intente y, a veces, se logre avanzar en la delimitación de sus polifacéticos perfiles.
En realidad, son varias las razones que explican el interés por determinar en qué consiste la calidad de vida, en especial porque la misma estimación de qué es la salud ha cambiado de manera sustancial a lo largo del último medio siglo. Además, los progresos terapéuticos y asistenciales, en especial en el campo de las enfermedades infecciosas, la mejora de las condiciones de vida y de alimentación, junto a mayores recursos de conocimiento, han participado en el incremento de la longevidad que podemos observar muy particularmente en los países industrializados, así como en la aparición correlativa de nuevas enfermedades de naturaleza degenerativa, cuya etiología aún no se conoce totalmente y para las que no existe tratamiento curativo. En estas circunstancias, los tratamientos disponibles son juzgados a partir de su capacidad para frenar las consecuencias no sólo físicas, sino también mentales y sociales de las enfermedades crónicas, es decir, de su capacidad para restaurar o preservar la calidad de vida, al menos en el ámbito bio-fisiológico.
Por otra parte, ciertos medicamentos que permiten luchar contra una afección crónica banal y poco sintomática, como puede ser la hipertensión, pueden tener efectos indeseables, por ejemplo, sobre la sexualidad. Por ello, y más tras el caso recientemente puesto de manifiesto por los medicamentos anti-colesterol comercializados por Bayer y otras empresas, no creo que nadie se oponga a que nos interroguemos acerca del impacto, en términos de calidad de vida, de los tratamientos no curativos de las enfermedades crónicas.
Además, ciertas clases de tratamientos cuyos efectos, evaluados según criterios tradicionales, son controvertidos, por ejemplo los tratamientos en base a la hormona del crecimiento, pueden encontrar una cierta legitimidad si se prueba que son beneficiosos para la calidad de vida de las personas a las que se les administra. Es decir, no basta, en el caso de los medicamentos, con analizar su efecto inmediato sino que hay que tener en cuenta los efectos secundarios que repercuten en la vida cotidiana de las personas.
Igualmente, el mito de un progreso médico continuo y necesariamente bueno está diluyéndose. Los pacientes son, cada vez más, consumidores informados y reclaman que se les asocie a las decisiones que les conciernen. Esto es un testimonio de las insuficiencias de la comunicación entre los médicos y los enfermos en lo que respecta a la formulación de los objetivos de los cuidados médicos, y a la evaluación de los actos de la medicina. Por ello, cada vez hay una mayor conciencia de que es necesario tener en cuenta las percepciones y las preferencias de los pacientes en lo que respecta a la toma de decisiones sobre su salud. Así, aunque sean los médicos quienes prescriban los cuidados, son los pacientes quienes eligen consultar o no al médico, seguir sus indicaciones o buscan alternativas para sus necesidades.
En efecto, la decisión de consultar depende más de lo que resienten los pacientes que de la realidad de su situación clínica. La percepción de su propia vulnerabilidad y su evaluación subjetiva de los costes sociales, personales y financieros de la enfermedad son determinantes en esta situación. Numerosos estudios ponen de relieve estas diferencias entre pacientes y médicos, como en el caso de pacientes en un estadio terminal: el 90% de ellos querían conocer la verdad; justamente el 90% de los médicos opinaba lo contrario. La misma situación se aprecia en los tratamientos seguidos: entre el 20 y el 80% de casos los pacientes se saltan la prescripción de algún modo.
Respecto de su eficacia la opinión difiere en el 50% entre pacientes y médicos; y lo mismo sucede con los familiares de los enfermos. Cada uno de estos tres grupos adopta, efectivamente, criterios de juicio diferentes. Cuando los médicos priorizan los signos clínicos y los síntomas, los pacientes se interesan por lo que resienten y por su capacidad de satisfacer sus necesidades y sus deseos; en cuanto a los familiares, estos suelen dar más importancia a los comportamientos y actitudes que se despliegan ante la enfermedad.
De manera general, se puede considerar que la mayor parte de las personas se orienta hacia el sistema sanitario en función de su propia concepción de la salud, y no del marco conceptual real de la medicina clínica. Si la medicina moderna y su lenguaje son acusados de ser impersonales es porque están muy alejadas de los modos de expresión de los pacientes, de su apreciación de la salud y la enfermedad y del significado que para ellos tiene. Luego, en la medida en que estas percepciones de los pacientes son cruciales en la utilización de los servicios, el seguimiento de los tratamientos y el impacto en su estado de salud, tales percepciones deben ser tenidas en cuenta. Es en buena medida, a partir de ellas, que se determina la calidad de vida.
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http://www.psiconet.com/tiempo/
Encarni Pedrero García
REVISTA TIEMPO
Parece que cuando utilizamos la expresión "calidad de vida" todos sabemos, más o menos intuitivamente, lo que queremos decir. Las dificultades, sin embargo, se ponen de manifiesto no sólo cuando pretendemos definirla sintéticamente, sino, sobre todo, cuando queremos dar cuenta de los aspectos, elementos y contenidos que dicha expresión recubre. Lo que, efectivamente, no impide que se intente y, a veces, se logre avanzar en la delimitación de sus polifacéticos perfiles.
En realidad, son varias las razones que explican el interés por determinar en qué consiste la calidad de vida, en especial porque la misma estimación de qué es la salud ha cambiado de manera sustancial a lo largo del último medio siglo. Además, los progresos terapéuticos y asistenciales, en especial en el campo de las enfermedades infecciosas, la mejora de las condiciones de vida y de alimentación, junto a mayores recursos de conocimiento, han participado en el incremento de la longevidad que podemos observar muy particularmente en los países industrializados, así como en la aparición correlativa de nuevas enfermedades de naturaleza degenerativa, cuya etiología aún no se conoce totalmente y para las que no existe tratamiento curativo. En estas circunstancias, los tratamientos disponibles son juzgados a partir de su capacidad para frenar las consecuencias no sólo físicas, sino también mentales y sociales de las enfermedades crónicas, es decir, de su capacidad para restaurar o preservar la calidad de vida, al menos en el ámbito bio-fisiológico.
Por otra parte, ciertos medicamentos que permiten luchar contra una afección crónica banal y poco sintomática, como puede ser la hipertensión, pueden tener efectos indeseables, por ejemplo, sobre la sexualidad. Por ello, y más tras el caso recientemente puesto de manifiesto por los medicamentos anti-colesterol comercializados por Bayer y otras empresas, no creo que nadie se oponga a que nos interroguemos acerca del impacto, en términos de calidad de vida, de los tratamientos no curativos de las enfermedades crónicas.
Además, ciertas clases de tratamientos cuyos efectos, evaluados según criterios tradicionales, son controvertidos, por ejemplo los tratamientos en base a la hormona del crecimiento, pueden encontrar una cierta legitimidad si se prueba que son beneficiosos para la calidad de vida de las personas a las que se les administra. Es decir, no basta, en el caso de los medicamentos, con analizar su efecto inmediato sino que hay que tener en cuenta los efectos secundarios que repercuten en la vida cotidiana de las personas.
Igualmente, el mito de un progreso médico continuo y necesariamente bueno está diluyéndose. Los pacientes son, cada vez más, consumidores informados y reclaman que se les asocie a las decisiones que les conciernen. Esto es un testimonio de las insuficiencias de la comunicación entre los médicos y los enfermos en lo que respecta a la formulación de los objetivos de los cuidados médicos, y a la evaluación de los actos de la medicina. Por ello, cada vez hay una mayor conciencia de que es necesario tener en cuenta las percepciones y las preferencias de los pacientes en lo que respecta a la toma de decisiones sobre su salud. Así, aunque sean los médicos quienes prescriban los cuidados, son los pacientes quienes eligen consultar o no al médico, seguir sus indicaciones o buscan alternativas para sus necesidades.
En efecto, la decisión de consultar depende más de lo que resienten los pacientes que de la realidad de su situación clínica. La percepción de su propia vulnerabilidad y su evaluación subjetiva de los costes sociales, personales y financieros de la enfermedad son determinantes en esta situación. Numerosos estudios ponen de relieve estas diferencias entre pacientes y médicos, como en el caso de pacientes en un estadio terminal: el 90% de ellos querían conocer la verdad; justamente el 90% de los médicos opinaba lo contrario. La misma situación se aprecia en los tratamientos seguidos: entre el 20 y el 80% de casos los pacientes se saltan la prescripción de algún modo.
Respecto de su eficacia la opinión difiere en el 50% entre pacientes y médicos; y lo mismo sucede con los familiares de los enfermos. Cada uno de estos tres grupos adopta, efectivamente, criterios de juicio diferentes. Cuando los médicos priorizan los signos clínicos y los síntomas, los pacientes se interesan por lo que resienten y por su capacidad de satisfacer sus necesidades y sus deseos; en cuanto a los familiares, estos suelen dar más importancia a los comportamientos y actitudes que se despliegan ante la enfermedad.
De manera general, se puede considerar que la mayor parte de las personas se orienta hacia el sistema sanitario en función de su propia concepción de la salud, y no del marco conceptual real de la medicina clínica. Si la medicina moderna y su lenguaje son acusados de ser impersonales es porque están muy alejadas de los modos de expresión de los pacientes, de su apreciación de la salud y la enfermedad y del significado que para ellos tiene. Luego, en la medida en que estas percepciones de los pacientes son cruciales en la utilización de los servicios, el seguimiento de los tratamientos y el impacto en su estado de salud, tales percepciones deben ser tenidas en cuenta. Es en buena medida, a partir de ellas, que se determina la calidad de vida.
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Encarni Pedrero García
REVISTA TIEMPO
CASA HOGAR EN OAXACA
>La Casa-Hogar para Ancianos “Los Tamayo”celebra su décimo cuarto Aniversario
Al encabezar la celebración del décimo cuarto aniversario de la Casa-Hogar para Ancianos “Los Tamayo”, el director del Sistema DIF Estatal, Rafael Aragón Kuri destacó la importancia de que los tres niveles de gobierno trabajen en beneficio de los grupos vulnerables como los adultos mayores.
Con la representación de la señora Lourdes Salinas de Ruiz, presidenta del DIF estatal, Aragón Kuri señaló que por primera vez en los catorce años de existencia de la casa-hogar, se daban cita representantes del DIF nacional, estatal y municipal expresó la necesidad de coordinar esfuerzos para que dicha institución cumpla satisfactoriamente su misión.
El titular del DIF se dirigió a los residentes, recordándoles que en ellos se encuentra la sabiduría, experiencia y principios que han aprendido las nuevas generaciones, además de valores incalculables como el cariño, respeto y amor a la vida, por lo que lamentó la indiferencia y el olvido con el que frecuentemente son tratados por la sociedad.
Por su parte, el director de Rehabilitación y Asistencia del DIF nacional, Mario Julio Córdoba coincidió con el director del DIF estatal, en la necesidad de encarar el reto de conjuntar esfuerzos en beneficio de los adultos mayores y así poder cumplir el sueño de Rufino y Olga Tamayo.
En este sentido, el funcionario federal aseguró que la misión del DIF nacional es la de establecer las políticas que regirán las labores de asistencia social, en tanto que los DIF estatales y municipales serán los encargados de la operatividad de los distintos programas.
Finalmente, manifestó el compromiso del DIF nacional para celebrar el próximo año con un gran festejo los XV años de la Casa-Hogar, además de rendir homenaje a Rufino Tamayo y Olga Flores, fundadores de la misma.
La señora Rosa María Bermúdez Flores, sobrina de Olga Flores de Tamayo expresó su satisfacción porque cada vez que asiste a la casa-hogar comprueba el cariño y los cuidados prodigados a los residentes por el equipo de trabajo que ahí labora
En su conferencia “Modelo de atención gerontológica”, la directora de la casa-hogar, Noemí Brito Gómez dio a conocer que la misión de dicha institución es brindar una atención integral a los adultos mayores en estado de desamparo, esto mediante un modelo que incluye servicios de nutrición, atención médica y psicológica, terapia física y ocupacional, además de actividades recreativas, culturales, sociales y deportivas.
Al encabezar la celebración del décimo cuarto aniversario de la Casa-Hogar para Ancianos “Los Tamayo”, el director del Sistema DIF Estatal, Rafael Aragón Kuri destacó la importancia de que los tres niveles de gobierno trabajen en beneficio de los grupos vulnerables como los adultos mayores.
Con la representación de la señora Lourdes Salinas de Ruiz, presidenta del DIF estatal, Aragón Kuri señaló que por primera vez en los catorce años de existencia de la casa-hogar, se daban cita representantes del DIF nacional, estatal y municipal expresó la necesidad de coordinar esfuerzos para que dicha institución cumpla satisfactoriamente su misión.
El titular del DIF se dirigió a los residentes, recordándoles que en ellos se encuentra la sabiduría, experiencia y principios que han aprendido las nuevas generaciones, además de valores incalculables como el cariño, respeto y amor a la vida, por lo que lamentó la indiferencia y el olvido con el que frecuentemente son tratados por la sociedad.
Por su parte, el director de Rehabilitación y Asistencia del DIF nacional, Mario Julio Córdoba coincidió con el director del DIF estatal, en la necesidad de encarar el reto de conjuntar esfuerzos en beneficio de los adultos mayores y así poder cumplir el sueño de Rufino y Olga Tamayo.
En este sentido, el funcionario federal aseguró que la misión del DIF nacional es la de establecer las políticas que regirán las labores de asistencia social, en tanto que los DIF estatales y municipales serán los encargados de la operatividad de los distintos programas.
Finalmente, manifestó el compromiso del DIF nacional para celebrar el próximo año con un gran festejo los XV años de la Casa-Hogar, además de rendir homenaje a Rufino Tamayo y Olga Flores, fundadores de la misma.
La señora Rosa María Bermúdez Flores, sobrina de Olga Flores de Tamayo expresó su satisfacción porque cada vez que asiste a la casa-hogar comprueba el cariño y los cuidados prodigados a los residentes por el equipo de trabajo que ahí labora
En su conferencia “Modelo de atención gerontológica”, la directora de la casa-hogar, Noemí Brito Gómez dio a conocer que la misión de dicha institución es brindar una atención integral a los adultos mayores en estado de desamparo, esto mediante un modelo que incluye servicios de nutrición, atención médica y psicológica, terapia física y ocupacional, además de actividades recreativas, culturales, sociales y deportivas.
miércoles, abril 15, 2009
El anciano y la Familia

DESARROLLO DE LA FAMILIA Y EL ANCIANO
En el transcurso del tiempo la familia va adoptando ciertos patrones de comportamiento o dinámica familiar y como mencionamos previamente dependen del marco contextual en el cual se encuentran inmersas. Varios autores estudiosos de los patrones de comportamiento de los individuos a lo largo del tiempo han dividido por etapas estos seguimientos, y consideran que de alguna manera deben de darse, de lo contrario estos ajustes en la familia pueden resultar en crisis. Pero es necesario también entender que los individuos actúan de un cierto modo o tienen un papel que los caracteriza y a esto se le ha denominado rol o papel. Por supuesto que estos roles están bien definidos cuando abordamos el estudio del anciano con su familia y dependen de múltiples factores como la clase social a la que pertenecen, la ocupación, la educación, su pensamiento político, etc.
No debemos olvidar que nos encontramos en una sociedad en donde el valor predominante es la juventud, y a la vejez y los ancianos se les considera obsoletos, por lo tanto existen actitudes negativas que prevalecen, a todo este aspecto de rechazo o negación hacia el envejecimiento y la vejez se le ha denominado “viejismo” ( del inglés ageism).
A través de su vida el individuo (anciano) está sujeto a los cambios que por etapas se den, y aunados a ellos están las pérdidas o duelo; como ejemplos tenemos la partida de los hijos al casarse, la muerte de amistades y de la pareja, el retiro o jubilación de su área de trabajo, etc.
Además los ancianos se acoplan al sistema familiar de acuerdo a su personalidad y evolucionan y adaptan de acuerdo con el rol que desempeñan. Erikson (1950) propone siete estadios del desarrollo del yo, para conocer el desarrollo de la personalidad del anciano (1) de la confianza, (2) de autonomía, (3) de iniciativa, (4) de laboriosidad, (5) del sentido de identidad del yo, (6) de la creatividad del yo, (7) del sentimiento de integridad del yo; cada uno de estos estados puede representar una crisis que debe de ser dominada.
En el transcurso del tiempo la familia va adoptando ciertos patrones de comportamiento o dinámica familiar y como mencionamos previamente dependen del marco contextual en el cual se encuentran inmersas. Varios autores estudiosos de los patrones de comportamiento de los individuos a lo largo del tiempo han dividido por etapas estos seguimientos, y consideran que de alguna manera deben de darse, de lo contrario estos ajustes en la familia pueden resultar en crisis. Pero es necesario también entender que los individuos actúan de un cierto modo o tienen un papel que los caracteriza y a esto se le ha denominado rol o papel. Por supuesto que estos roles están bien definidos cuando abordamos el estudio del anciano con su familia y dependen de múltiples factores como la clase social a la que pertenecen, la ocupación, la educación, su pensamiento político, etc.
No debemos olvidar que nos encontramos en una sociedad en donde el valor predominante es la juventud, y a la vejez y los ancianos se les considera obsoletos, por lo tanto existen actitudes negativas que prevalecen, a todo este aspecto de rechazo o negación hacia el envejecimiento y la vejez se le ha denominado “viejismo” ( del inglés ageism).
A través de su vida el individuo (anciano) está sujeto a los cambios que por etapas se den, y aunados a ellos están las pérdidas o duelo; como ejemplos tenemos la partida de los hijos al casarse, la muerte de amistades y de la pareja, el retiro o jubilación de su área de trabajo, etc.
Además los ancianos se acoplan al sistema familiar de acuerdo a su personalidad y evolucionan y adaptan de acuerdo con el rol que desempeñan. Erikson (1950) propone siete estadios del desarrollo del yo, para conocer el desarrollo de la personalidad del anciano (1) de la confianza, (2) de autonomía, (3) de iniciativa, (4) de laboriosidad, (5) del sentido de identidad del yo, (6) de la creatividad del yo, (7) del sentimiento de integridad del yo; cada uno de estos estados puede representar una crisis que debe de ser dominada.
AYUDAME SIN AYUDAR

FRUTOS EN EDAD MADURA
Cicerón dijo: “La vejez tiene por su autoridad mas valor que todos los placeres de la juventud”.
En Nueva Orleáns, un pastor tenía que ocupar el púlpito de su hijo en Ohio donde había una fuerte nevada.
Comentando su discurso alguien dijo: “Es bueno tener nieve en el techo, si hay fuego dentro”.
Dios es el Dios de los ancianos tanto como el de los jóvenes. La longitud de la vida es una gloria, pero podemos hacerlo una carga o bien una excusa.
Ritcher escribió: “Lo que hace tan triste la vejez, no es cuando cesan los goces, sino cuando cesa la esperanza”.
Pero la esperanza no cesa en el cristiano sino que se dirige a lo mejor.
Alguien ha dicho:
“El joven habla de lo que esta haciendo, el anciano de lo que ha hecho, y el necio de lo que piensa hacer”.
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